Loreto: dos demonios y muchos pueblos amazónicos en riesgo

AMAZONÍA. El pueblo urarina también es uno de los afectados por el avance de la pandemia.

En Loreto se han reportado oficialmente 5.355 personas contagiadas.

Foto: Radio Ucamara

En este mundo amazónico indígena y no indígena conviven pueblos de distintas nacionalidades, el Estado, los demonios y los espíritus que sanan y mantienen la armonía de la naturaleza. Muchos problemas en la Amazonía son difíciles de enfrentar porque no tienen nombre; o algunas veces tienen muchos nombres y muchas formas. Sobre todo los que hacen más daño y generan más temor en la población. En el pueblo Kukama llamamos maisangara al demonio, a todos los males, que con el tiempo han ido convirtiéndose en la invasión de nuestros territorios, en contaminación, en la indiferencia del Estado y en la llegada de nuevas enfermedades, como ahora el Covid-19.
Un virus ha puesto de cabeza al mundo, uno al que no podemos ver. Cuando eso ocurre, queda claro que en un esfuerzo por buscar respuestas se pueden encontrar otros problemas, y en la Amazonía eso está personificado por el Estado.

El abandono del Estado a los pueblos indígenas a quienes llama ciudadanos, pero a los que en realidad jamás ha tomado en serio.
Los derrames de petróleo y sus oscuros espíritus que los representan de muchas formas; la invasión y la agresión a los pueblos de la Amazonía y sus pela cara (los foráneos que llegan a agredir e invadir las tierras indígenas); las comunidades empobrecidas y el demonio del hambre; el Estado y sus varios tentáculos ahogando a las poblaciones indígenas. En medio de todo esto el Covid-19 y las distintas reacciones a su presencia están la corrupción, las acciones de muchos para aprovecharse de la desgracia ajena y el abandono del Estado a los pueblos indígenas a quienes llama ciudadanos, pero a los que en realidad jamás ha tomado en serio a la hora de tomar decisiones a su favor.

Un cambio de actitud es vital, uno que involucre un sentido de humanidad y de hermandad que haga posible una mirada de hijos y de hermanos. Uno que posibilite la vida para todas y todos, digna, y una verdadera justicia y no una dádiva. Ahora en la radio estamos preguntando a la gente de las comunidades qué está soñando, y muchos sueñan lo mismo que soñaban nuestros abuelos y antepasados en la época de la viruela o el caucho. El miedo ha vuelto.